Con estos tips pretendemos resumir la experiencia de todo nuestro equipo de profesionales de la enseñanza en apoyar la labor educativa y formativa de padres y profesores que estamos llevando a cabo desde 1994.

Ideas, experiencias y conocimientos que utilizamos en nuestros parques educativos, que nos funcionan muy bien y que también podéis usar los padres y madres en casa y los maestros y maestras en las aulas.

CÓMO APLICAMOS LA PSICOLOGÍA GESTALT EN PARQUE ADAI:

¿Qué nos llamó la atención de esta rama de la psicología?

La dualidad que toda persona tenemos en nuestra forma de pensar y en nuestras convicciones. Es decir, cada vez que hacemos algo o pensamos algo, existe un debate interno en una parte de nosotros que defiende una postura y otra parte contraria que desarrolla un argumento totalmente opuesto en nuestra mente. La psicología gestalt te ayuda a ser un moderador de esas dos partes tuyas que tienen opiniones antagónicas, intentando dar valor a esas dos partes, sin avergonzar  o enfatizar más a una frente a la otra, sino simplemente entendiendo en cada momento a qué parte tuya debes contentar.

Caso práctico 1: María le pega una patada a un niño.

María era una nena de 4 años, en un momento dado, nuestro monitor observó ese comportamiento algo violento. Hablamos con ella y descubrimos que ese otro niño la había molestado en otro momento dado. María era una niña muy tímida y supereducada.  Sin duda, la reacción de María no fue correcta. Su mente antes de esa reacción tuvo un debate interno en el que una parte de ella le animaba a expresar su rabia de una forma violenta para defenderse y poner límite a la molestia de ese otro niño; pero otra parte de ella, influida por la excelente educación que había recibido, no le permitía reaccionar de esa manera, y sin duda, algo en su interior le decía que la reacción que le pedía el cuerpo, no era la correcta y no era la de una buena niña de la que sus padres se sienten orgullosos.

¿Qué deberíamos y no deberíamos hacer?

Cuando tenemos ese debate interno, normalmente una parte nuestra quiere hacer callar a la otra, la quiere ningunear, incluso se avergüenza de ella, ocultando esa parte al resto de su entorno social y familiar. Pero no cabe duda de que esa parte también es importante y será necesaria en situaciones futuras. En el caso de María, es super importante poner en valor a esa parte que tuvo el valor de poner límite  a esa situación de la que estaba siendo víctima. Si nos quedamos solo en reprobar el comportamiento, es muy posible que María con el tiempo haga a callar a esa parte suya que pone límites, sintiéndose avergonzada de esa parte de su personalidad, que sin duda va a necesitar en un futuro, por ejemplo para poner límite a una situación de violencia doméstica. Por ello, es importante ensalzar esa parte valiente de María, que tuvo el valor de no dejarse intimidar, a la vez que le explicamos que puede haber otra manera de poner ese límite que no lleve a una escalada de violencia y que sea más cívica, como avisar a su monitor o responder de otra manera a ese niño. Sin duda María, en el futuro en su diálogo interno, irá aprendiendo poco a poco a moderar las dos posturas, contentando de cierta manera a ambas, incluso sintiéndose orgullosa de sus dos facetas, la que pone límites y la que busca un comportamiento más cívico.

Caso práctico 2: Alberto tuvo miedo de tirarse por la tirolina. 

En el caso de Alberto, además de tratar el miedo desde el punto de vista del aprendizaje de la gestión emocional que ya tratamos en otro artículo; desde el punto de vista de la psicología gestalt, también habrá un debate interno en el que una parte de Alberto dará argumentos de por qué es peligroso (sean o no reales, pero sí reales en su imaginación), pero también tendrá argumentos para querer  atreverse a hacerlo.

¿Qué deberíamos y no deberíamos hacer?

Al igual que con María, si juzgamos el miedo de Alberto y etiquetamos que es un niño miedoso, lo único que conseguiremos será que no se atreva a compartir en un futuro sus emociones y que entre en una rueda de la que le cueste salir en la que cada vez que haya una situación de incertidumbre, se acuerde de  que “es” un niño miedoso y le cueste más probar cosas nuevas. Es decir, la parte de su personalidad que le impidió tirarse por la tirolina fue una parte cauta, miedosa, que hay que también poner en valor y reconocer que existe en todos nosotros; pero sobre todo, que es necesaria para la vida. Dicha parte, si no la afloramos, reconocemos, incluso nos sentimos orgullosos de ella, puede ser que la anulemos para futuras situaciones en las que hay un riesgo real y necesitamos que esa parte nuestra nos pare en alguna situación, incluso siendo adultos para emprender un negocio de riesgo. 

Si conseguimos que Alberto, entienda que las dos partes, los dos argumentos son válidos, por un lado felicitándolo por la decisión de ser prudente; pero también, escuchando a la voz interna que le dice que no hay peligro, que confíe en su monitor, que nadie se ha hecho daño con la tirolina. 

Contentando de alguna manera a los dos argumentos.

Por lo tanto, en cualquier situación o decisión de la vida necesitaremos escuchar a los dos argumentos antagónicos, dándoles el protagonismo y “contentando” a una parte y a la otra, nunca anulando una de las partes.

 En el caso de María contentará a la parte que quiere poner límites, y a la que es educada, con otro tipo de reacción y argumentos y en el caso de Alberto contentará a la parte miedosa y valiente por ejemplo subiendo al rocódromo en vez de la tirolina.

A lo mejor no podemos contentar a un argumento, pero lo podemos hacer desde el respeto y la comprensión hacia esa parte nuestra, la cual debemos valorar y aceptar que está ahí y nos va a ser necesaria en algún otro momento, aunque quizá  en este momento toca decirle que “ahora no toca”.

Una forma de entender lo que nos decimos con múltiples utilidades

Siempre tendremos situaciones en las que, además de nuestra parte valiente y miedosa, rabiosa y tranquila, como el de los ejemplos; también necesitemos a nuestra parte triste y a la alegre, por ejemplo, para poder llevar un duelo. O a nuestra parte débil y fuerte, ya que no siempre nos creemos capaces de hacer algo, y si en algún momento necesitamos abandonar algo porque nos sintamos débiles, si anteriormente hemos avergonzado a esa parte nuestra y no la hemos querido dar a conocer a nuestro entorno, nos podría llevar a un callejón sin salida del que no pudiéramos salir por no querer perder la falsa identidad que nos hemos forjado de personas fuertes.

Y todo ello empieza en la niñez, en las creencias limitantes que nos creamos sin querer en nuestro subconsciente.

Escrito por: Fernando Estelles Martínez

Gerente de Parque ADAI