Niños con miedo, como actuar con ellos:
¿Para qué sirve el miedo?
Como todas las emociones, tanto las que nos hacen sufrir como las que nos dan sensaciones placenteras, son necesarias y han sido necesarias para nuestra existencia como especie.
Si no existiera el miedo, no podríamos afrontar las situaciones de peligro que se nos pueden dar, ya que dicha emoción provoca en nosotros una serie de desencadenantes fisiológicos y hormonales que nos preparan para afrontarlo; como pueden ser, el aumento de flujo sanguíneo en las extremidades por si tuviéramos que correr que provoca el cortisol que segrega nuestro cerebro cuando detectamos una amenaza o el poder analgésico que posee la adrenalina por si tuviéramos un traumatismo en dicha situación.
El miedo y el futuro
Pero si os fijáis, los miedos, normalmente son proyecciones que nuestra mente hace del posible sufrimiento que podemos tener en el futuro, sin dejarnos observar o disfrutar del presente sin los filtros de nuestra mente; por lo que sufrimos más de resistirnos a esa emoción que realmente sentimos, que del posible sufrimiento que podamos encontrarnos en el futuro.
¿Pero y si no tenemos amenazas reales?
Nuestra especie ha necesitado tanto esta emoción para sobrevivir que, aunque actualmente en nuestro día a día no existen amenazas reales, las fabricamos; y lo que antes era un animal que te podía comer, ahora creamos imágenes en nuestra mente las cuales nuestro cerebro las identifica como amenazas poniendo en marcha el protocolo fisiológico de la subsistencia.
Dichas imágenes son, desde un miedo a monstruos, o a quedarse solo/a, o a sufrir en el colegio algún tipo de abuso o a perder un amigo/a, incluso a suspender un examen…
¿De dónde salen esas imágenes?
La percepción que podamos tener de esas amenazas sean reales o no va a ser siempre desde nuestro punto de vista; nuestro hijo/a o alumno/a lo va a percibir desde algo totalmente real para él o ella, ya que dichas sensaciones e imágenes van a ser provocadas por su mente en función de las vivencias anteriores, las creencias limitantes, el juicio de valor que haga, su imaginación la cual proyecta una situación futura e incluso, la percepción de la situación desde sus sentidos. Todo ello fruto no de la realidad, sino de un estado mental, pero para nuestro alumno/a o hijo/a, o más bien para su cerebro será una situación totalmente real.
Lo primero que nunca hacer
Lo primero es reconocer que esas imágenes de amenaza son reales en su mente y no intentar cambiarlas ni desacreditarlas; sino más bien respetarlas, y entender que si hubiéramos percibido lo que ha percibido, con el filtro de su imaginación, creencias, juicios e interpretaciones, seguramente tendríamos el mismo miedo que él o ella. Esa es la razón por la que dos niños o personas pueden sentir una emoción distinta de una situación aparentemente igual, ya que nunca serán iguales los filtros con que la han visto. Por lo tanto, no solo debemos respetar su percepción, sino también su emoción; y jamás desacreditarla ni enjuiciarla, sino reconocerla y ayudarle a aceptarla a él/ella misma. De lo contrario, al sentirse enjuiciado/o conseguiremos que no vuelva a compartirla con nosotros y salga por algún otro lado más imprevisible.
El respeto se vuelve a tu favor
Cuando nuestro hijo/a o alumno perciba que respetamos lo que ha visto y sentido; podrá también abrirse a la posibilidad de que, al igual que lo respetamos a él/lla aunque nosotros no hayamos percibido ni sentido eso, también puede aceptar que otras personas; por ejemplo nosotros, un hermano/a, compañero/a también puedan haber sentido y percibido otra cosa distinta.
Pero si nos ponemos a discutir sobre quién tiene razón en la percepción que ha tenido o cual es la “realidad” no saldremos de la situación, que es lo que queremos.
¿Y ahora qué? ¿Cómo reducir la intensidad?
En este punto, solo con la aceptación de la emoción y el mero hecho de no luchar contra ella, ese miedo se habrá atenuado ya bastante. Nuestro hijo/a o alumno/a debe sentir que estamos a su lado, que lo/la entendemos y que vamos a estar con él / ella mientras sienta ese miedo. Un apoyo grande en ese momento será el contacto físico, un abrazo a la vez que un te entiendo y estoy aquí contigo… es una gran tirita emocional. Incluso se pueden añadir algún ejercicio de relajación con la respiración para los casos más intensos.
¿Dónde poner el foco ahora?
Ahora viene la hora de la verdad, nuestro hijo/a o alumno/a ya estará más tranquilo/a; pero para enseñarle a no poner el foco de la atención de su mente en las imágenes que le han generado ese miedo, debemos buscar otras que provoquen el antídoto del miedo, y éste es la confianza. De nada servirá argumentar el por qué no debe tener miedo. Pero, según nuestra experiencia, es muy efectivo buscar el enfoque de sus pensamientos en imágenes y situaciones que le den confianza. Si le hablamos sobre cosas en las que puede confiar (en nosotros como adultos, en logros anteriores suyos, en las cosas futuras y presentes buenas y confiables…); en ese momento podemos hacerle ver que aunque su mente irá hacia los pensamientos que le hacen sufrir, él/ella tiene unos SUPERPODERES que pueden hacer que su mente vaya a donde todo está bien, solo requiere un poco de entrenamiento y practicando con nuestra ayuda lo conseguirá.
¿Cómo lo aplicamos en el Parque ADAI de Náquera, Valencia? Ideas que os pueden ser útiles:
Uno de los 6 programas de excursiones escolares se llama “Gestión de emociones y multiaventura” y una de las 6 actividades que realizan es la de tirarse por una tirolina. Dicha tirolina aunque no es muy grande, la utilizamos para generar en ellos/as la sensación de miedo a lo desconocido y a los más valientes, si lo desean, hasta les vendamos los ojos para que sientan esa sensación. Al generar esa emoción, nos es fácil hacerles ver cómo surge dicha emoción, cómo reconocerla (tienen que elegir un emoticono imán de una pizarra), aceptarla y compartirla (poniéndosela en una chapa- imán que llevan a la vista) sin temor al juicio; y les ayudamos a reconocer pensamientos que les de confianza sobre lo que puede pasar en el futuro para transformar ese miedo en confianza y poder disfrutar de la experiencia. Toda una metáfora sobre lo que nos pasa en nuestra vida cotidiana.
También utilizamos esta técnica para cualquier situación que se nos da en la convivencia diaria con nuestros educadores en las escuelas de verano y campamentos, como por ejemplo el miedo a no estar con sus padres, a no ser aceptados por un grupo, a tocar algún animalito, o incluso a pasar la noche fuera de casa en el caso de los campamentos.
En ambos casos, es muy enriquecedor como educadores ver como una vez superado o atenuado dicho miedo de esta forma tan experimental, los niños/as aumentan enormemente su grado de autoestima, autonomía y vínculo emocional con nuestros educadores.