Los celos y envidias en los niños:
¿Por qué surgen los celos?
Aunque siempre intentamos tratar a nuestros hijos y alumnos por igual, hay que ser consciente de que esa igualdad es totalmente utópica, ya que las circunstancias, entorno, situación de cada momento, va a tener muchas diferentes influencias que pueden desencadenar algunos celos y/o envidias entre ellos y ellas. Incluso el triunfo o éxito en algún aspecto de un compañero/a o familiar, también puede desencadenarlo.
Cuando a nuestros hijos y alumnos se les educa desde la competitividad, desde el ser mejor que alguien en algún aspecto, podemos fomentar que el logro ajeno, les genere esta emoción tan destructiva.
Lo primero que nunca debemos hacer
Como cualquier emoción que surge y que también hemos tratado en otros artículos del blog, lo primero que debemos hacer es aceptar y entender la emoción que surge de celos, sin desacreditarla ni juzgarla, no haciendo entender que no tiene derecho a sentir eso. Ya que lo que conseguiremos con ello, es que la próxima vez que lo sienta, se lo callará por miedo a ser juzgado/a.
Por lo tanto, no dar un montón de razones por las que no debe sentir eso, ya que solo hará que generar más rabia y celos que saldrán por algún otro lado más adelante.
Y como en cualquier otra emoción, tampoco debemos nunca asociar lo que siente con lo que es. No es lo mismo decir que eres un niño o niña celoso/a, que has sentido celos por eso…
¿Y si lo normalizamos?
La emoción de los celos y la envidia está muy estigmatizada en nuestra sociedad, a nadie nos gusta que nos digan que somos celosos. Pero todos hemos sentido celos o envidia en algún momento, todos nos hemos preguntado, por qué no me pasa eso a mí, si yo también me lo merezco. ¿Y si primeramente le ayudamos a detectar esa emoción a nuestros hijos o alumnos? Ayudarles a ponerle nombre a lo que sienten es un primer gran paso, incluso que vean que nosotros como adultos también lo sentimos a veces, les ayudará a ser conscientes de lo que sienten y las consecuencias que pueden tener en ellos mismos. Aceptar la emoción que sienten no significa aceptar el comportamiento que ha derivado, que sí que podemos corregir.
La primera palabra lo cambia todo
Un “te entiendo” es una palabra bálsamo y hace que se abra un espacio de relajación de la tensión que se genera entre lo que siento y lo que mi entorno me transmite que no debería sentir. Y si además va acompañado de un abrazo, ese juicio se vuelve comprensión y abre un espacio para el diálogo, en el que podemos hacerle ver cómo esa emoción les puede afectar negativamente a su persona, a sus relaciones con su entorno y convertirse en una persona que seguro no le gustaría.
Un ejemplo muy claro:
Cuando en el Parque ADAI de Náquera, realizamos una competición entre dos niños/as de subir a un palo rocódromo que tenemos en el castillo medieval, les enseñamos como, sin darse cuenta, les surge esa emoción si no ganan la competición de llegar el primero, pero si transformamos la misma actividad a que para superar la prueba, deben subir los dos, ayudándose y animándose, sin darnos cuenta, en vez de los celos surge la emoción de alegrarse por los demás, de alegrarse por el triunfo de los demás.
De esta manera podemos enseñarles que unos pensamientos, van a generar una emoción y otros van a generar otra emoción.
¿Qué repercusión tiene cada pensamiento?
Nuestra misión como padres y madres y educadores es hacerles conscientes de dónde les lleva cada pensamiento. Los pensamientos que generan la emoción de celos como: …que suerte ha tenido, …que rabia que yo no tengo lo mismo, …no se lo merece y yo si, …soy menos apreciado que …, etc. Van a generarle una emoción que si les ayudamos a observarla, serán conscientes de que va a ser dañina para ellos, no les genera una sensación de felicidad y paz, sino más bien desasosiego y rabia, que sin darse cuenta les hace daño. Sin embargo los pensamientos como …me alegro por él/ella, …se lo merece…, disfruto del éxito de mi amigo/hermano, etc …, yo no tengo eso pero tengo otras cosas que también son muy valiosas para mi…
Ayudarles a poner el foco en el pensamiento correcto
Cuando enfocas algo, desenfocas lo que no enfocas y buscar pensamientos como los descritos, de alegrarse por los demás, es sin duda un gran antídoto para los celos. No se trata de no querer justicia, sino de elegir el pensamiento que más paz y alegría nos genere. Ejercicios de relajación con la respiración, de atención y de mindfulness, pueden ayudar a entrenar la dirección de ese enfoque en el pensamiento que me conviene.
En qué nos convierte
También podemos hacerles ver a nuestros alumnos e hijos con ejemplos de cómo verían a un amigo/a o hermano/a suyo que siente esos celos por él /ella. ¿Le gustaría? Y lo más importante, le gustan las personas que se comportan así, que no se alegran de lo bueno que te pasa a tí. Por ello es importantísimo hacerles recapacitar sobre cómo esos pensamientos influyen en su identidad, en lo que es. …¿De verdad quieres convertirte en una persona así, que a tí no te gusta? Los niños y adultos no somos así, nuestra esencia nunca es así, son nuestras creencias, prejuicios, experiencias que cogemos de nuestra memoria e imaginación que proyectamos en el futuro, lo que nos hace actuar como lo que no somos y es nuestra misión hacerles reencontrarse con esa esencia generosa y altruista que todos llevamos dentro.
¿Y nuestro ejemplo?
A veces nuestra actitud y comentarios desprestigiando los méritos y el éxito ajeno de alguna otra persona, diciendo la suerte que ha tenido, o infravalorando sus logros, generan un caldo de cultivo en nuestros peques que no les va a hacer ningún bien y el ejemplo desde nuestra parte, de que vean que hay una alegría sincera por los demás, cuando obtienen los que nosotros no hemos conseguido, es sin duda, el cimiento de una personalidad generosa y carente de envidias que podemos cultivar en nuestros alumnos e hijos.